1er Nivel de entrenamiento ​- EXCELENCIA

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By Jaime de Casacuberta

¡Bienvenido a tu primer nivel de entrenamiento!

Juntos abriremos las compuertas de la excelencia personal

para descubrir qué hay detrás de ella y cuáles son sus secretos

La excelencia es a una persona lo que los motores a una nave espacial; fuerza de arranque, sustentación y aceleración.

Se trata de una actitud primordial, pues estimula y motiva todas nuestras conductas. Las personas que asumen la vida con excelencia tienen una cierta forma de pensar, una mentalidad que les permite enfrentar exitosamente los desafíos de la vida.

Pondremos atención especialmente en el lenguaje que ocupan, pues él nos revelará el secreto de su efectividad.

Siempre y en todo ámbito es posible mejorar nuestros

niveles de excelencia.

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,

en la próxima trataría de cometer más errores.

No trataría de ser perfecto, me relajaría más.

Sería más tonto de lo que he sido,

de hecho, tomaría muy pocas cosas con seriedad.

Correría más riesgos, realizaría más viajes,

contemplaría más atardeceres,

subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares a los que nunca he ido,

comería más helados y menos habas,

tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui de esas personas que vivió sensata y
prolíficamente cada momento de su vida.

Claro que tuve momentos de alegría,

pero si pudiera volver atrás
trataría solamente de tener buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,

solo de momentos, no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca iba a
ninguna parte sin un termómetro,

una bolsa de agua caliente,

un paraguas y un paracaídas.

Si pudiera volver a vivir,
comenzaría así hasta el otoño,

daría más vueltas en calesita,

contemplaría más amaneceres

y jugaría con más niños

si tuviera la vida por delante…

(Texto apócrifo que popularmente es atribuido al
célebre escritor argentino Jorge Luis Borges)

1. Definición

De las diversas definiciones que existen, entre las cuales posiblemente se encuentre la tuya, la Programación Neurolingüística nos proporciona una que, desde mi punto de vista, es sumamente práctica y clara.

«¡La excelencia personal es una actitud para
hacer lo mejor posible con la información y
recursos disponibles!».

2. Las personas de excelencia «hacen»
que las cosas sucedan

a) Personas de acción:

        La excelencia es un hacer, así que se relaciona con el mundo de la acción, el movimiento, el avance…

        Quienes actúan con excelencia son reconocidos como seres activos y dinámicos. De hecho, suelen ser llamados «personas de acción», hacen más y hablan menos.

        Su lenguaje refleja esta preferencia. En su vocabulario abundan expresiones del tipo; «bueno, entremos en acción», «¿qué es lo que hay que hacer?», «déjame ver lo que puedo hacer».

        Por otra parte, se observa que la palabra «tratar» no aparece en su vocabulario ¿por qué? La P.N.L. nos ofrece una explicación muy interesante, si te programas para «tratar» de levantar una pesa, la mente interpretará que lo que quieres es iniciar la acción, pero no realizarla. Por lo tanto, la información y recursos que se movilizarán y se harán disponibles serán los necesarios para dar inicio a la acción, pero no para completarla. «Tratar», no funciona. Es mejor decir, «voy a levantar la pesa si puedo» o «voy a hacer todo lo posible para levantarla».

        Tal vez creas que esto es un detalle insignificante, sin embargo, recuerda que en el mundo de la excelencia son los detalles los que hacen la diferencia.

b) Los súper analíticos:

        «Parálisis por análisis»:
la enfermedad que afecta a los súper analíticos.

       

        En el bando opuesto se encuentran los «súper analíticos», es decir, aquellos que exageran la importancia del análisis. Estas son sus principales características:

       

  Creen que todo en la vida hay que analizarlo.

  Le dan cientos de vueltas a las cosas, sopesando durante demasiado tiempo los pros y los contras de cada asunto.

 No toman decisiones o lo hacen cuando ya es tarde.

       

        Mientras las personas de acción participan activamente en sus vidas –valoran cada minuto, aprovechan cada oportunidad que esta les brinda, buscan y conquistan sus sueños–, los súper analíticos llegan a este mundo con una libretita de notas y se dedican a observar. Ensimismados, olvidan que la vida es para vivirla, no para analizarla.

c) Las distintas percepciones del «error» hacen la diferencia:

        Para las personas de acción el «error» es simplemente «información», que solo indica que la acción realizada no es la adecuada para obtener el resultado deseado, y que por lo tanto se hace necesario ejecutar otra acción distinta.

        Por eso, quienes actúan con excelencia aprenden más y mejor. Y en esto, los niños de hoy, que son personas de acción, nos dan lecciones. ¿Te has dado cuenta lo rápido que aprenden computación?, cuando los observas quedas helado pensando «¿cómo lo hacen?». La respuesta es muy simple. Para ellos, como para toda persona de acción, el error no es sinónimo de fracaso, es aprendizaje.

•     Para los súper analíticos, ideas como «en el camino se estiva la carga» o «echando a perder se aprende», resultan francamente aterradoras, pues ellos perciben al «error» como «algo nefasto que se debe evitar a cualquier precio», «un lujo que nadie se puede permitir», «un pecado». Para ellos, cometer un error es fracasar.

•     Es precisamente ese miedo al fracaso el que los hace dar mil vueltas a las cosas, impidiéndoles entrar en acción.

•     ¿De dónde vendrá este miedo?

•     Probablemente de traumáticas experiencias de aprendizaje con nuestros padres y profesores. Si al cometer un error recibías reproches, burlas, castigos y descalificaciones, entonces, resulta fácil comprender por qué tu mente programó este miedo.

3. Las personas de excelencia hacen «lo mejor»

Hacer «lo mejor», es ¡dar siempre el 100%! ¿Y qué significa eso? Simplemente colocar toda la energía y corazón que te sea posible en lo que haces. Cuando hablamos de energía, nos referimos a voluntad, ganas y, principalmente, pasión. Hacer las cosas de corazón significa, esencialmente, amar lo que estás haciendo.

Dar el ciento por ciento de ti es actuar
comprometidamente.

a)    Satisfacción, plenitud y paz interior: Cuando actúas dando el ciento por ciento, obtienes satisfacción. Si intensificas la fuerza de tu compromiso, logras plenitud, y si alcanzas la entrega total experimentas paz interior.

        Como podrás intuir, muchas personas pueden sentirse satisfechas. Son menos las que pueden afirmar sentirse plenas, y bastante más reducido el número de quienes reconocen vivir con paz interior.

        Satisfacción, plenitud y paz interior son, entonces, distintas sensaciones que podemos llegar a experimentar, según el nivel de energía y amor que seamos capaces de aplicar a lo que estamos haciendo.

        La satisfacción surge en el momento en que se cumple un deseo. Por ejemplo, si deseo escribir un libro, al terminarlo experimentaré
satisfacción, pues el «deseo» de escribirlo se habrá cumplido; podré decir «me siento muy satisfecho por haberlo escrito».

        La plenitud, en cambio, se percibe como una sensación de expansión energética a la altura del pecho. Cuando la experimentamos, pronunciamos frases como «me siento tan feliz de haber escrito este libro que creo que el corazón me va a estallar»; «siento que el pecho se me hincha de felicidad»… quien me observe embriagado por esta sensación, típicamente comentará «ya no cabe en sí mismo».

        La paz interna la percibimos como un estado de tranquilidad mental y armonía emocional.

        Satisfacción, plenitud y paz interior, son sensaciones que solo se logran si la entrega es al 100%. El 99% no sirve, eso sería como «casi» amar, o «casi» colocar todas las ganas.

b)    Dar es darnos: Entregar energía y amor en lo que hacemos, es entregarnos nosotros mismos. Tal vez el acto que mejor grafica la excelencia humana es hacer el amor. En él, colocamos literalmente toda la energía disponible, todo nuestro corazón. En una palabra, nos entregamos. Lo menos que experimentamos es satisfacción. Si profundizamos el compromiso; plenitud, y si la entrega es total; paz interior.

        ¡Quien se entrega ciento por ciento en cada acción que realiza, le está haciendo el amor a la vida!

c)    ¿Picando piedras o construyendo catedrales?

        ¿Podemos aprender a amar lo que hacemos?

        A este respecto, existe una conocida historia. Se refiere a un visitante que, caminando por la ciudad de Colonia (Alemania), se acercó a un grupo de trabajadores. Al primero le preguntó, «¿qué está haciendo usted?». El hombre lo miró y en tono hostil le respondió, «¿que no ve?, estoy picando piedras». Un poco más allá había otro, que llamó profundamente su atención, su semblante y gestos eran los de un feliz y apasionado artista. Se le acercó para luego preguntarle lo mismo, ante lo cual este respondió con una mirada que reflejaba mucha paz, plenitud y satisfacción, «estoy construyendo la catedral de Colonia».

        Para construir catedrales es necesario amar lo que estamos haciendo y, para amar lo que estamos haciendo es clave darle importancia, darle un sentido trascendente.

¿Qué estás haciendo tú? ¿Picando piedras o
construyendo catedrales?

d)    Mediocridad es hacer las cosas a medias: ¿Qué pasa cuando no das el ciento por ciento?, ¿qué ocurre cuando colocas solo una parte de tu energía y amor en lo que haces? Entras directamente a la mediocridad.

        Mediocridad es hacer las cosas a medias, colocando solo una parte (digamos el 50%) de tu energía y corazón en lo que haces.

        La infidelidad lo ilustra muy bien. Si mantienes relaciones paralelas, estarás a medias con ambas personas. A ninguna le podrás entregar el ciento por ciento de ti. Ambas relaciones resultaran mediocres. No podrás sentirte en paz, pleno o totalmente satisfecho, estarás experimentando mediocridad.

e)    Concentración y dispersión: Mientras que la excelencia te orienta a la concentración de energía, en pos de satisfacción, plenitud y paz interior, la mediocridad te conduce a la dispersión energética y a sensaciones de vacío.

        Los bueyes de la carreta deben tirar de ella en la misma dirección, de lo contrario no avanzará.

        La dispersión agota, estanca y quita fuerza a tu voluntad.

4. Las personas de excelencia hacen lo mejor «posible»

¿El ser humano es perfecto? ¿Conoces a uno que lo sea?
¿El mundo en que vivimos lo es? Yo al menos creo que no. Si compartes mi creencia, entonces podrás estar de acuerdo conmigo, que hablar de perfección es hablar de algo imposible.

Por eso, las personas de excelencia no buscan hacer las cosas de un modo perfecto, buscan hacer lo mejor dentro de lo humanamente posible. En pocas palabras no pretenden ser perfectos, pretenden ser excelentes. De hecho, la palabra «perfecto», no aparece en su vocabulario, salvo que se trate de una conversación filosófica donde, precisamente, el tema de la perfección es tratado como tal.

Una cosa es considerar lo «perfecto» como punto de referencia, norte hacia el cual quisiéramos dirigirnos, o aspiración, y otra muy distinta es pensar que sea algo realizable.

La experiencia nos demuestra que «nadie es perfecto», por lo tanto no es posible hacer las cosas «perfectamente», pero sí es humanamente posible hacerlas con excelencia. Si te gusta lo que has logrado, en vez de exclamar ¡perfecto!, di con pasión, ¡excelente!

Los «perfeccionistas» nunca están satisfechos ni contentos, pues inconscientemente se exigen lo imposible, se exigen perfección.

5. Las personas de excelencia hacen lo mejor que pueden con la «información disponible»

a)    La base de datos es personal: Durante nuestra vida adquirimos una enorme cantidad de información. En los primeros años, bebemos de la fuente que nuestros padres nos proporcionan. Más tarde, maestros, familiares y amigos nos aportan lo suyo. Finalmente, el mundo entero se abre ante nuestros ojos. Así, vamos atesorando un valioso cofre de conocimientos que nunca se colma.

        Nos movilizamos con una auténtica «base de datos» alimentada constantemente por medio de todo lo que vemos, oímos, degustamos, olfateamos y sentimos.

        Lo interesante de todo esto es que cada persona selecciona, procesa, interpreta y entiende la información de un modo diferente. La base de datos es siempre única y personal.

b     Disponibilidad práctica del conocimiento: Hacer lo mejor que puedas con la información que tienes significa realizar la acción utilizando el conocimiento disponible en ese instante.

        No todo el conocimiento que tienes está disponible inmediatamente para ti cuando lo necesitas. A veces lo olvidamos, lo que no significa que haya desaparecido, está ahí, en algún lugar, solo que no encontramos la «ruta de acceso» que nos permita recuperarlo al instante.

        Seguro que esta situación te ha ocurrido más de alguna vez, visualizas la imagen de un actor de cine y no recuerdas su nombre. Tú sabes que lo sabes, pero esa información no aparece en la pantalla de tu mente, no está disponible en ese momento. Pasan algunas horas y mientras hablas de otra cosa, de pronto, ¡eureka!, lo recuerdas. Tu mente estuvo trabajando para ti, buscando el acceso a esa información y, apenas la encontró, te la envió.

        Entramos en la acción con la información que recordamos o está disponible en ese instante. A pesar de lo obvio que pueda parecer todo esto, muchas veces nos sentimos frustrados por no recordar un dato, un nombre, o una cifra.

        Muchas personas, si olvidan lo que están diciendo se sienten profundamente avergonzadas. Lo mismo si no conocen la respuesta a alguna pregunta que les formulen. Les invade una sensación de fracaso.

        Las personas que asumen una actitud de excelencia son muy realistas y no se angustian por no recordar o no conocer cierta información, saben que hacen lo mejor que pueden con la información disponible.

        Si en una conferencia se les olvida algo o no conocen la respuesta a alguna pregunta, con naturalidad, dirán, «me distraje… ¿en qué estaba?», «no poseo en este momento la información necesaria para responder esa pregunta» o «ahora no la recuerdo… apenas la tenga se las digo». Las personas de excelencia saben que actúan con la información que tienen y no con la que no tienen.

c)    Preguntando se llega a Roma: Siempre tienes la posibilidad de investigar, de recurrir a nuevas fuentes de información y obtener los conocimientos que requieres. Mientras mayor sea la cantidad y calidad de la información que puedas adquirir, mucho mejor será para ti. El conocimiento no ocupa lugar.

        Para quienes tienen mentalidades de excelencia, la incorporación de información es constante, por eso les encanta preguntar.

        A los niños de hoy no les cuesta nada, su curiosidad puede volver loco a cualquiera. A los adultos, en cambio, se nos hace más difícil.

        Generalmente, cuando enseñas o das instrucciones, y al final dices: «¿alguna pregunta?», escuchas un silencio total, nadie quiere preguntar… a pesar de que las dudas existen.

        En una oportunidad, mientras realizaba un entrenamiento al personal de una industria, un ejecutivo me pidió que hiciera mucho énfasis en potenciar y valorar la acción de preguntar. Me dijo, «en esta empresa nadie pregunta nada, pareciera que todo está siempre muy bien y, claro, nosotros sabemos que no es así. El costo de esta situación ha sido una cantidad importante de accidentes de trabajo que pudieron haberse evitado si el afectado hubiese preguntado y requerido información clave». Acto seguido, me habló de un operario que, manipulando una caldera defectuosa, sufrió horribles quemaduras. Mientras se recuperaba en el hospital le preguntaron qué había pasado y contestó que no supo en qué sentido mover una palanca porque las instrucciones que aparecían estaban en inglés y él no comprendía nada en ese idioma. Entonces le preguntaron, «¿y por qué no preguntaste?». Y su respuesta fue, «me dio vergüenza, pues mis compañeros de trabajo me tomarían por tonto».

        ¿De dónde viene esta vergüenza? Tal como lo hemos dicho antes, lo más probable es que provenga de las experiencias que hemos tenido en nuestra niñez y adolescencia, especialmente en la etapa escolar. ¿Qué solía suceder cuando a ti se te ocurría hacer una pregunta que no parecía muy inteligente? Tus compañeros de curso se burlaban y, si no lo hacían ellos, el mismo profesor se encargaba de hacerte sentir como un tonto.

        Por supuesto que con estas experiencias preguntar se hizo cada vez más difícil y desagradable. Aprendimos que solo las preguntas muy inteligentes tenían mérito para formularse. Por eso llegábamos a sudar cada vez que levantábamos la mano. Y si lo hacíamos, el brazo no se extendía completamente, como guardando la esperanza de que no te vieran.

        Preguntar es clave, atrévete a preguntar.

        Muchos filósofos afirman que el progreso humano se debe más a la capacidad que tenemos de hacernos preguntas que a las posibilidades de darnos respuestas. A veces necesitamos más buscar la pregunta adecuada que la respuesta correcta.

6. Las personas de excelencia hacen lo mejor posible con los «recursos disponibles»

a)    Trabajando con lo que se tiene a mano: Quisiera compartir contigo una experiencia que viví mientras facilitaba un seminario de desarrollo personal para ochenta reos en una cárcel. Era invierno, hacía mucho frío, llovía y algunos reclusos asumían el rol de asistentes de la actividad ayudando con el café y otros aspectos logísticos. Podrás imaginarte la precariedad de nuestros recursos.

        Por una de las ventanas rotas del lugar en que estábamos entraba una gélida ventisca. De pronto, uno de los reos salió al patio y quiso arreglar la ventana, para lo cual necesitaba martillar un clavo. Y como en ese lugar no había ni siquiera piedras, utilizó el único recurso que tenía, sus propias manos. Así que golpeó el clavo con su puño hasta que logró arreglar la ventana. Cuando entró, me di cuenta que sus manos sangraban, me acerqué a él y le pregunté qué había ocurrido, y me respondió; «para mí es muy importante lo que está sucediendo aquí. Mis compañeros no se pueden concentrar con tanto frío, así que decidí clavar esa ventana. Romperme las manos es lo de menos, yo ya tengo rota el alma. Por primera vez en mi vida sentí que podía hacer algo importante para los demás».

        El hombre realmente hizo lo mejor que pudo con los recursos que tenía. Su acto me recordó las palabras del padre Alberto Hurtado, «dar hasta que duela». Este reo dio hasta el dolor.

        Lo que quiero destacar es el espíritu de excelencia que animó a esta persona y que, sin que lo sepamos, anima a muchos a trabajar con lo que tienen, clavando las ventanas de la vida… a veces a puro corazón.

Haz lo mejor que puedas con lo que tienes.

b)    Capacidades: Las personas de excelencia hacen lo mejor que pueden con sus capacidades físicas y psíquicas.

        Son tan comunes y naturales que frecuentemente las olvidamos y, por lo mismo, dejamos de valorarlas. Si lo meditas por un momento, el solo hecho de poder caminar, ver, hablar, mover las manos o vivir con una mente sana y normal es ya una bendición, por la que deberíamos estar inmensamente felices y motivados.

        Compartimos el planeta con una gran minoría de personas que no pueden disfrutar plenamente de estas capacidades y que, sin embargo, nos dan permanentes lecciones de excelencia. Un ejemplo mundialmente famoso es el del científico Stephen Hawking, quien físicamente solo puede mover un par de dedos. Utiliza precisamente ese limitado recurso para expresar y ofrecer al mundo entero los frutos de su inteligencia.

        Las personas mal llamadas discapacitadas (en realidad solo tienen capacidades diferentes) suelen ser ejemplos vivientes de la excelencia humana.

        La próxima vez que observes en la calle a un hombre postrado en una silla de ruedas o a un joven con Síndrome de Down atendiendo las mesas en un mall, fíjate en sus actitudes y, si es posible, en su mirada, tal vez logres reconocer en sus ojos a un maestro espiritual.

        Digo esto con conocimiento de causa. Tengo una hermana menor que, poco después de nacer, sufrió una parálisis cerebral. Sin embargo, su condición cuadripléjica no le ha impedido ser una persona maravillosa y feliz. Bernardita ha sido uno de mis maestros espirituales más importantes. Hasta hoy sigo aprendiendo de ella y nunca ha dejado de sorprenderme su tremenda fuerza interior, su tenaz lucha contra la adversidad, su enorme aceptación, su casi inexplicable sentido del humor y, por sobre todo, su inconmensurable capacidad de amar.

Haz lo mejor que puedas con las capacidades que tienes.

c)    Los recursos de un artista son sus talentos: El talento es algo «especial», un don, una habilidad, aptitud o maestría que sale de lo común.

        Aunque, típicamente asociamos la palabra «talento» al mundo del arte. Cualquier trabajo que se haga «talentosamente», transforma a su autor en un artista. Un buen vendedor, si tiene «talento» para vender, se convierte en un «artista» de la venta.

        Todos podemos sentirnos legítimamente artistas, ya que cada uno de nosotros posee algún talento.

d)    Parábola de los talentos: Esta bíblica enseñanza nos entrega una iluminada visión de los talentos. Si no la recuerdas, he aquí una síntesis:

        Un padre decide viajar por un largo tiempo y deja a sus tres hijos la administración de sus bienes. Antes de partir le entrega al primero tres talentos (nombre que tenían las monedas en esa época y lugar). Al segundo deja dos y, finalmente, al último solo uno. Al regresar, le pregunta al primero «¿Qué hiciste con los talentos que te di?», ante lo cual el hijo contesta, «trabajé con ellos, invertí, cultivé y coseché. Ahora te los regreso doblados (multiplicados). Lo mismo ocurrió con el segundo hijo. Al preguntarle al tercero, este le dijo «Padre, he cuidado muy bien de él. Apenas me diste el talento, lo enterré en un lugar secreto para que no se perdiera. Ahora lo he desenterrado y aquí está».

        Este hijo consideraba que había actuado muy bien, sin embargo, el padre lo fustigó diciéndole, «mira a tus hermanos, ellos multiplicaron y tú nada hiciste con lo que te di».

        Así como el padre les entregó a sus hijos distintas cantidades de monedas para que fueran administradas con el fin de hacerlas fructificar, Dios ha entregado a cada ser humano diferentes talentos con el mandato de desarrollarlos y hacerlos crecer. El mérito está en tomar los dones que te han sido dados y multiplicarlos.

¿Y tú, has enterrado tus talentos?

¿Los conoces? ¿Los cultivas?

e)    Aprendiendo a descubrir y cultivar nuestros dones: Es muy importante poder identificar y desarrollar nuestros talentos. Preguntas que pueden conducir a su descubrimiento son, por ejemplo ¿para qué sirvo?, ¿en qué soy efectivo?, ¿cuál es mi misión?, ¿cómo puedo concretarla en la comunidad en la que vivo?, ¿cuál será mi aporte?, ¿me gusta lo que hago?

        Dentro de lo posible, elige trabajos en donde puedas desarrollar tus talentos. Si no te sientes feliz haciendo lo que haces, tal vez sea porque no tienes talento suficiente para esa actividad, o tienes otros talentos más poderosos que buscan desesperadamente expresarse.

        El talento debe cultivarse y cuidarse. Si dejas pasar mucho tiempo sin ponerlo en práctica, se contraerá.

        Claudio Arrau ensayó cuatro horas diarias hasta sus últimos días.

Haz lo mejor posible con los talentos que tienes.

7. La actitud de excelencia conduce a un proceso de mejoramiento continuo

Las mentalidades de excelencia rechazan las posturas conformistas. Constantemente aprenden de sus errores, acceden a nueva información, buscan apoyo logístico, desarrollan sus capacidades y cultivan sus talentos. Su proceso de automejoramiento es permanente.

8. Excelencia vs resultado

«Mejor que vivir siempre pendiente de los resultados

es vivir pendiente de estar siempre haciendo lo mejor».

Para las personas que viven pendientes de hacer lo mejor posible con los recursos disponibles, el resultado es importante, pero mucho más lo es sostener la actitud de excelencia. Ellos entienden que mantener esta actitud permite el mejoramiento continuo de los resultados y que, a la inversa, perderla ocasiona que los mismos empeoren progresivamente.

Por eso las personas de excelencia, más que en resultados, concentran su atención en «hacer lo mejor posible».

Los resultados son, simplemente eso, resultados.

Si sumas 2 más 2, el resultado es 4, aunque te enojes con la calculadora. Si sumas tus capacidades y recursos reales en una acción determinada, el producto será solo el reflejo de esas capacidades y recursos. Si quieres tener otro resultado, tendrás que sumar otros números, otras capacidades, otros recursos.

Las mentalidades de excelencia asumen los resultados como consecuencia y lógica suma del esfuerzo, capacidad y talento comprometidos en la acción. Si lo producido no es lo que buscan, no se castigan ni se enojan, simplemente emprenden nuevas acciones, aprendizajes y desarrollos. Si de algo pueden sentirse frustradas es de no haber dado su ciento por ciento. Más que resultados, valoran la actitud de mejoramiento continuo.

Vivimos en una sociedad que sobreestima los resultados. Somos medidos y evaluados por ellos. Sin embargo, como ya lo hemos dicho, las personas de excelencia fijan más su atención en la actitud de excelencia que conduce a un mejoramiento permanente de los resultados.

Felizmente, son cada vez más las empresas que en sus procesos de selección de personal consideran la actitud de excelencia del postulante como clave en su contratación. Si el seleccionado no tiene mucha experiencia, pero posee el perfil de una persona de acción, abierta al aprendizaje y con clara conciencia de mejoramiento continuo de sus recursos, seguro que llegará a producir óptimos resultados.

No valores solo los resultados de las personas, considera también la actitud de excelencia con la que trabajan, y si no tienes el tiempo y las condiciones para esperar que esa persona mejore, porque necesitas los resultados inmediatamente, al despedirla dile, «te felicito por tu mentalidad de excelencia. Sé que tendrás éxito en lo que te propongas. Solo que en este momento no estás en condiciones de producir los resultados que esta compañía necesita».

Los resultados no son excelentes o mediocres. Es la actitud de las personas que producen los resultados, la que puede ser excelente o mediocre.

Obviamente que al escribir este libro, al igual que tú con tus actos, deseo obtener resultados, me gustaría que fuese un valioso aporte en la vida de muchas personas y organizaciones. Sin embargo, mi mayor atención en este momento no está en lo anterior sino en escribirlo con toda la excelencia que me sea posible. Si no obtengo los resultados deseados, de todos modos me sentiré satisfecho (no me preocupa ser la única persona en el mundo interesada en leer estas páginas).

Existen solo dos tipos de resultados, los que necesitamos o queremos y los que no necesitamos ni queremos.

9. Autoprogramación de la excelencia

Estás a punto de aprobar tu primer nivel de entrenamiento, solo falta programar (internalizar) lo aprendido. Lográndolo, estarás en condiciones de ascender al segundo nivel.

Los pilotos aéreos de nuestros tiempos controlan sus naves a través de sistemas computacionales, así que te invito a pasar a la cabina donde se encuentra el computador central.

Es importante que te sientas muy cómodo y relajado en ella. Te sugiero que, utilizando tu imaginación, diseñes todo lo que necesites, un espectacular sillón espacial, aire acondicionado, servicios especiales y una buena iluminación.

Al encender el computador de la cabina, se abrirán 3 archivos; memoria, claves y contextos específicos.

a)    Abre el archivo «memoria»: Ingresa toda la información de este primer nivel de entrenamiento y guárdala. Ahora está en tu disco duro. Cada vez que lo necesites, puedes entrar en la cabina, abrir este archivo y consultar su información.

b)    Abre el archivo «claves»: Aquí aparecerán los códigos lingüísticos o palabras clave que te conviene repetir mentalmente:

•     Estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo.

•     Estoy utilizando todas mis capacidades y recursos.

•     Hago lo que puedo con la información y recursos que tengo disponibles.

•     Lo importante para mí es dar mi ciento por ciento.

•     Me siento satisfecho cuando coloco energía y corazón en lo que hago.

•     Puedo hacer las cosas con excelencia.

•     Aprendo de mis errores.

•     ¡Excelente!

•     «Mi trabajo ha sido excelente».

•     Puedo informarme y desarrollar mis recursos.

        Repitiéndote a ti mismo, con fuerza, energía y emoción estas palabras, crearás afirmaciones en tu mente que te conectarán con la excelencia personal. Refuérzalo en tus conversaciones poniendo en práctica estas palabras. Exprésalas y úsalas hasta internalizarlas.

c)    Abre el archivo «contextos específicos»: Aparecerán palabras cuyo uso quedará restringido a circunstancias muy excepcionales. De hecho, algunas personas prefieren directamente eliminarlas de su vocabulario. Estas palabras son:

•     Perfecto.

•     Perfectamente.

•     Perfectible.

•     Casi perfecto.

•     Tratar.

•     Para que este libro pueda contribuir a tu desarrollo personal, es fundamental que pongas en práctica las lecciones de este entrenamiento. De ti depende transformarlas en acción. Lee varias veces la información hasta que te sientas preparado para ascender al segundo nivel.

¡Buen aprendizaje!

Source: https://jaimedecasacuberta.wixsite.com/despegaescuela/i-excelencia

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